Así, como llegó el frío no esperado
entró el fuego de tu aliento en mi boca
devolviendo la sensatez a mi piel,
arrasando todo acomodo infertil y viejo.
No lo pareció, que fue real y sentido,
un nuevo andar alejado de nieblas,
devolviendo los azules a mis paisajes
y los verdes a mis pies llagados.
Yo escribo por hacer un algo distraído
sabiendo que hoy tras este viaje cotidiano,
cansado de horas y días de monotonía,
como ayer y mañada, nadie me espera.
Sólo deseo enamorar a quien me enamore
y unos labios que esperen los míos,
el silencio de un arrullo compartido
y una mirada que desee encontrar la mía.
Así he leído tu tristeza en el metro L5, dirección la vida. Quizás.
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